Recientemente han sido nombradas “Ciudades teresianas”, las 17 ciudades donde Santa Teresa de Jesús realizó sus primeras fundaciones. Es como preparación al gran acontecimiento del Vº centenario de su nacimiento, los hermanos Carmelitas quieren recordar de forma especial el paso de Santa Teresa por aquellos lugares en los que la Santa de Ávila dejó la huella imborrable de su paso, como mujer y Santa reformadora, dando un nuevo impulso espiritual a la Orden carmelita, como incremento y ayuda para la Iglesia de aquel tiempo, creando la renovación que necesitaba.
El “Libro de las Fundaciones” es un fiel reflejo de esa huella que dejó a lo largo de la geografía española, Y cada una de las ciudades en las que realizó su fundación, son testigos de esa profunda espiritualidad que llevaba la Santa en lo más hondo de su alma. Ella siempre humana, conciliadora, convincente, decidida, prudente, eclesial, iba dejando testimonios evangélicos sublimes, rayanos a lo sobrenatural. Era la obra y los escritos de esta intrépida y santa mujer, con los que mereció el calificativo de “obras que invitan a la virtud, por su provechosa y santa doctrina, émula de las Sagradas Escrituras”. Teresa Llevaba en su alma ese espíritu apostólico de la Iglesia y sentía en su corazón la situación dolorosa de reformas y contrarreformas por la que pasaba la Santa Madre Iglesia. Pastrana sería un primerísimo escenario donde comenzó la reforma teresiana, innovando la vida espiritual que diera fruto evangélico. “Mil vidas pusiera yo para remedio de un alma de las muchas que se pierden”. (Camino de Perfección. Cap. I, Ibid. Cap. II).
Y al recordar la fundación de los conventos teresianos de Pastrana, dejando a un lado todas las peripecias que tuvo que sufrir con la Princesa de Éboli, y cumpliendo las palabras que Dios le dirigió, “que no dejase de ir (a Pastrana), que a más iba que aquella fundación”, tenemos presente aquel impulso creativo con el que la Santa amplió su programa fundacional, abriendo la nueva casa para los religiosos descalzos, el Carmelo Descalzo, en el cerro y ermita de San Pedro. Esta sería la casa y cuna de los comienzos de la nueva reforma que ella emprendía. Casa que sería lugar de floración de personajes de gran valer, de admirables teólogos, juristas, misioneros y santos varones. Aquí fue donde comenzó a fluir la vida de los religiosos con gran fuerza renovadora, viviendo el espíritu reformador que la Santa había emprendido y que era el que la Iglesia necesitada en aquel momento.
Desde los comienzos la casa se revistió de aquel ambiente religioso y artístico, donde hubiera espacio para la sensibilidad artística y espíritu cultural. La misma Santa siguiendo la costumbre de comprar imágenes de arte que invitaran a la oración, donó las primeras obras de arte para que las paredes se decoraran con motivos religiosos que invitaran a la oración y meditación. Aun permanece allí el Cristo atado a la columna, que según reza, lo regaló la Santa cuando vino a fundar esta santa casa. El mismo Fray Juan de la Miseria dejó también en la ermita de San Pedro, un Ecce Homo, pintado al fresco, en el lado del evangelio. Hay otras obras, salidas probablemente de sus pinceles, que aún decoran la casa, como el retrato realizado sobre la Santa entregando la regla a Fray Ambrosio Mariano, de excelente calidad pictórica, como la no menos artística obra que narra la profecía de Juan Jiménez, realizada sobre el cerro y la ermita de San Pedro; amén de otras que se narran en el libro Becerro, cuyas obras se desconoce su paradero o ya no existen.
Aunque el principal conjunto de la obra artística carmelitana, lo forma una galería de obras que narran la fundación del Carmelo en Pastrana. Obras que hoy integran la exposición permanente de arte religioso en el Museo de Pastrana. Un primer conjunto y de mayor interés lo forman seis grandes lienzos, con admirables paisajes y motivos religiosos, donde se destaca el testimonio de la Santa en manifiesta actitud de protagonista, como también la figura de San Juan de la Cruz, el P. Baltasar Nieto, los príncipes Ruy Gómez, Ana de Mendoza, Isabel de Santo Domingo, Ambrosio Mariano, Juan de la Miseria, entre otros muchos personajes que integran la historia y que confieren gracia y belleza al compacto artístico. Todo el conjunto de detalles y personajes, narran y resumen el ambiente espiritual que flota en lo más profundo y decorativo de la belleza artística, manifestada con palabras gestuales, expresiones místicas, actitudes religiosas, elocuentes silencios, idealidad de milagros, momentos de sentido teológico llenos de presencias y vitalidad espiritual, donde la armonía, la estética y la belleza artística imprimen el verdadero sentido de lo espiritual, que lleva al observador a esa visión de la transcendencia.
Sigue aumentando el interés artístico que despiertan otras series de lienzos teresianos con diversos motivos y firmados por Alonso del Arco. Un primer cuadro hace relación a San Juan de la Cruz, en ese diálogo ferviente que mantiene con el Cristo Nazareno, de bella factura artística y sentido armónico. El segundo lienzo, es un motivo que no podía faltar en este relato espiritual, es la figura de la Virgen, expresando el acontecimiento espiritual de la imposición del escapulario a San Simón Stock. Su vibrante colorido atrae la mirada de nuestros ojos y nos sitúa en el momento espiritual del acontecimiento. Un tercer cuadro, está completando los acontecimientos históricos del Carmelo con gran sentido espiritual, allí está ese hermoso cuadro que representa el momento solemne, en el que Santa Magdalena de Pazzis recibe la sagrada comunión de manos de San Alberto de Sicilia, totalmente invadido por una luz espiritual que nos sitúa en el momento transcendental de comulgar a Cristo eucarístico. Tanto los rostros como las expresiones, dan razón del momento espiritual bellamente expresado. Y completa la serie un cuarto cuadro, que nos muestra otro de los momentos espirituales que vivió la santa, en ese diálogo y entrega que mantuvo con Cristo. La Merced del clavo, manifiesta a la Santa en total entrega a Cristo y le ofrece la mano para recoger ese clavo de pasión, arrancado del sufrimiento de Cristo. Tanto Cristo como la Santa están tratados con bellos colores e iluminados por esa luz misteriosa que penetra en el interior de la escena y que nos sitúa en ese momento de la celeste visión.
En similitud de tamaño y forma hay otro de los cuadros que completan la galería histórica, en el que se muestra la devoción hacia la Virgen del Carmelo, haciéndola derivar el origen de la Orden con el comienzo de la vida de la Virgen. Aparece la figura del la Virgen niña, vestida de carmelita, coronada de rosas, aureolada de estrellas y portando un ramo de azucenas. Está acompañada de San Joaquín y de Santa. Ana -sus padres-, teniendo por remate una corona de querubines, atravesada por los rayos de luz en cuyo centro aparece la paloma como símbolo del Espíritu. El cuadro es de bella factura y sentido estético de composición, con gran movimiento y belleza de color.
El museo cuenta con una serie de cuadros que narran diversos acontecimientos relativos a motivos carmelitanos, donde se destacan las figuras de San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús. No faltan retratos de Santos padres vestidos de carmelitas a los que se vinculan los orígenes de la orden del Carmelo, teoría totalmente descartada.
Por último hacemos mención de varios de los cuadros de bella factura y firmados por autores clásicos posteriores a la fundación, que la completan y decoran. Son retratos firmados por Juan A. Escalante, Paulo de Mattey, Salvador Maella, Fr. Juan de la Miseria, Pedro P. Bubens, Alonso del Arco y varios de la Escuela Castellana. Todos ellos de gran estética decorativa, riqueza de color y belleza con sentido espiritual. El Museo se completa con toda la serie de cuadros relativos a la orden franciscana, adquiridos y traídos a este lugar por religiosos franciscanos, quienes han ocupado el convento desde 1855, por la desamortización de Mendizábal. Pastrana, es tal vez, una de las fundaciones teresianas que cuenta con una de las mayores colecciones con temas relativos a dicha Fundación. El tema da para mucho más que una breve reseña.