Claudio Granzotto.
Amadísimos hermanos y hermanas, junto con toda la Iglesia alabamos y damos gracias al Señor por los ejemplos luminosos de virtud y santidad que nos ofrece el beato Claudio Granzotto. Su vida fue un testimonio espléndido de la riqueza y la alegría de la vida consagrada. Después de haber buscado a Dios en el silencio, en la oración y en la caridad para con los pobres y los enfermos, fray Claudio supo expresar, mediante su arte de escultor, la profundidad de su alma franciscana, enamorada de la infinita belleza divina.
El beato Claudio indica a los jóvenes el esfuerzo por buscar la verdad evangélica y vivirla con su mismo entusiasmo, hallando en Cristo la inspiración, la energía y el valor de anunciarla a los hombres de nuestro tiempo. Sugiere a los artistas el espíritu de servicio, con el que pueden proponer el misterio inagotable de la encarnación de Cristo, a través del lenguaje del arte. Por último, dirige a los enfermos un mensaje de comunión y esperanza, invitándolos a ofrecer sus propios sufrimientos, en unión con el Crucificado, para el bien de la Iglesia y del mundo.
El ejemplo y la intercesión de este hijo humilde de Francisco de Asís aliente a cada uno a proseguir con fidelidad y constancia por el camino de la santidad, respondiendo generosamente a la llamada universal a la santidad y haciendo fructificar los dones recibidos del Señor.
L'Osservatore Romano